POR: JORGE ENRIQUE PAVA QUICENO
Ver a Petro y Cepeda rasgarse las vestiduras y reclamar porque en una incursión armada lícita del ejercito nacional a un campo de narcoterroristas, cayeron en combate algunos menores de edad, es no solo repugnante por la complicidad de quienes proviene, sino degradante por ver que en este país los peores criminales se convirtieron en censores, verdugos y jueces.
Recriminamos desde aquí la participación de menores de edad en las filas de las Farc; recriminamos que haya jóvenes acorralados por el miedo o seducidos por las mentiras de grupos armados ilegales, que terminan reclutados para servir de carne de cañón en frentes de batalla. Pero tanto Petro como Cepeda saben de esos comportamientos; saben de las violaciones sistemáticas de derechos humanos infringidas desde las tropas del crimen; saben de la utilización de niños y adolescentes como instrumentos sexuales, mensajeros intocables, espías transparentes y, en fin, como “cosas” al servicio de criminales despiadados. Y aún sabiéndolo, se han convertido en los mayores defensores de esos criminales, secuestradores, terroristas, bárbaros y narcotraficantes.
¿Por qué? Porque al defender la impunidad de los mayores criminales del país y compartir con ellos diferentes escenarios en un contubernio desafiante y cínico, están cohonestando sus crímenes, sus aberraciones y sus desafueros. Porque sabiendo que han incumplido la totalidad de la farsa de La Habana ocultando la verdad, retando a la justicia y evitando la reparación, ellos siguen asumiendo actitudes conniventes que muchas veces van más allá de una sospechosa simpatía, y trasciende hasta la defensa a ultranza de sus comportamientos. Porque, en su calidad de senadores de la república, han ejercido todo su poder político y mediático, en aras de limpiar los crímenes de sus aliados y tapar la verdad de su pasado.
Es raro que condenen mediáticamente al Gobierno porque ejerce la autoridad del Estado, en uso de sus funciones y ejerciendo la defensa que le obliga la Constitución, y acose, repela, acorrale y bombardee (con armas convencionales) a las fuerzas criminales que ofrecen como escudo a niños reclutados. ¿Qué dijeron estos senadores cuando las Farc, el 25 de marzo de 2010, aprovechándose de la pobreza del niño de 12 años, Heriberto Grueso Estupiñán, que hacía mandados para obtener dinero extra, lo enviaron con una encomienda y cuando pasaba por la estación de policía de El Charco, en Nariño, hicieron explotar 10 kilos de anfo que le habían introducido en su bolso? ¿Qué han dicho estos individuos ante esta crueldad? ¿Qué dijeron Petro y Cepeda, que hoy se duelen porque combaten a sus compinches criminales, cuando ese niño voló en pedazos y, con él, resultaron heridos de gravedad nueve civiles y tres policías?
Esa memoria selectiva y el olvido del país de las atrocidades de la izquierda armada nos ha llevado a que las Farc, el M19, el ELN y en general todos los grupos criminales (que hoy tienen asiento en el Congreso de la República) hayan pasado de ser narcoterroristas, secuestradores, violadores, reclutadores de menores y asesinos, a honorables padres de la patria, intocables señores y ejemplares legisladores, jueces o magistrados y se ofendan porque se les dice hampones. Como si existieran ex asesinos, ex secuestradores, ex violadores, ex criminales o ex terroristas. ¡Qué tal!
Lo lastimoso de todo esto es que el caso de Heriberto Grueso no es aislado. Cuando los grupos terroristas ponen de escudo a menores de edad en sus filas para protegerse del Estado; o cuando Fecode pone a niños de escuelas y colegios a encabezar manifestaciones que terminan en saqueos, atrocidades e incineración de policías; o cuando Petro utiliza estos mismos niños para encabezar manifestaciones políticas a su favor; o cuando los menores son expuestos como banderas de causas recónditas de los grupos de izquierda; o cuando los niños abusados por Tornillo o Timochenko no son escuchados; lo que están haciendo es utilizarlos como niños bomba. Como una bomba que explota al interior de cada ser inocente lavando su cerebro y predisponiéndolo a vivir al servicio de una causa perversa y criminal. Son niños bomba que tarde o temprano también explotarán causando un desastre nacional. ¡Precisamente lo que quieren Petro y Cepeda!
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